6. Inestabilidad


La obra de Magdalena Fernández acoge la idea de “inestabilidad” o de un “equilibrio precario” para dar cuenta del carácter dúctil y flexible de la realidad. Por ello, en sus imágenes en movimiento o sus estructuras, los esquemas reticulares y la precisión de las figuras se ven constantemente retados por la incorporación de lo imprevisible: flujos, vibraciones u oscilaciones que no sólo le otorgan dinamismo y vigor, sino que además las acercan a su propio des-armarse. Con la exploración visual de la dialéctica estabilidad/inestabilidad, la artista atiende críticamente la tradición cinética del arte moderno, indagando visualmente la dinámica de los cuerpos a partir de la relación que existe entre fuerza, movimiento y equilibrio. En estas obras se hace visible, se evidencia cómo al desplazar o modificar las relaciones entre las fuerzas, al alterar las tensiones, las estructuras reticulares se trastocan y agitan, se flexibilizan y se hacen maleables; se mantienen en un equilibrio –reposo– dinámico, es decir, un equilibrio que también es potencia de movimiento, posibilidad de mutación.

Las diversas piezas, sean volúmenes suspendidos o esculturas, dibujos o videos, se presentan como unos tejidos de líneas y puntos estremecidos, vibrantes, agitados, en los cuales las estructuras se descentran y desplazan, relatando visualmente los tránsitos energéticos que constituyen el soporte de lo vital, de todo aquello que crece, que brota, que actúa. Fernández indaga acerca del equilibrio o la estabilidad jugando con la suma de fuerzas que actúan en una estructura o una imagen, ofreciéndonos configuraciones dinámicas que a pesar de encontrarse en movimiento se mantienen en el límite mismo de la estabilidad. Una estabilidad inestable, o una inestabilidad estable, en la que cada obra se presenta como un sistema con variados estados de contrapeso, susceptibles de ser accionados por distintos tipos de perturbaciones: internas (su propio despliegue, en el caso de las imágenes en movimiento) o externas (los cuerpos con los que se encuentra o topa, en el caso de las instalaciones). La conjunción de esos diferentes estados de equilibrio aparecen constantemente como nuevos estados físicos; se concreta entonces una riqueza de comportamientos y una multiplicidad de aspectos que hacen posible no sólo la introducción del elemento temporal como un detonante necesario, sino su entendimiento desde una perspectiva histórica, es decir, como aparición de lo “no sido aún” de lo ya sido.

En efecto, los sistemas dinámicos tienen una historia que está dada por sus propias fluctuaciones, un devenir en el que cada “momento” es una “individualidad” diferente e irrepetible. En este sentido, las obras de Magdalena Fernández juegan con la inestabilidad para crear estructuras y fenómenos irreversibles, es decir, para elaborar un universo visual evolutivo que posee las características de la vida: que se despliega en un desarrollo direccional, marcado por la transformación constante de los sistemas de conexiones.

SP


La inestabilidad representa un parámetro a partir del cual leer la obra de Magdalena Fernández de acuerdo con esas prácticas artísticas que se han planteado, en el contexto moderno, la cuestión del esquematismo de los modelos racionales de representación. Mientras el desarrollo de las prácticas y las tecnologías ha desafiado las maneras de repensar las experiencias vividas, la práctica de Magdalena Fernández sugiere una preocupación ética por la naturaleza que se destaca por la implementación de un sistema de aproximación, especulación e indeterminación. Recordar el personaje de Eco podría resultar útil al interpretar la investigación de Fernández sobre la inestabilidad, ya que en su obra la inauguración de un nuevo campo de investigación comienza precisamente con la disolución de la imagen de Narciso al mirar su reflejo en la superficie del agua. Como sugiere la artista, la caída, el quiebre, la deconstrucción y la descomposición de la presencia en contacto con las superficies resulta esencial para una nueva configuración de la naturaleza, la cual busca explorar los aspectos estructurales inherentes de una imagen en su repetición infinita. La inestabilidad que ofrece la elección de materiales intangibles permite a la artista explorar la naturaleza conforme a la necesidad interna y componentes estructurales de ésta. La disolución de la representación recupera la oportunidad para que la naturaleza resuene como agente activo de configuración artística. Un nuevo equilibrio emerge desde la inestabilidad, el cual está relacionado tanto con la experiencia como con la estructura. Puntos, líneas y planos intensifican el potencial del movimiento abstracto, minimalista, cinético y concreto con el objetivo de reevaluar los aspectos intuitivos, creativos y virtuales de la experiencia atendiendo un nuevo equilibrio que está sujeto a repeticiones, recreaciones y transformaciones.

SB

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