7. Lo virtual y lo real


Es especialmente significativo el modo en cómo logra llevar la imagen virtual hacia sus límites, específicamente en sus instalaciones. Magdalena Fernández no sólo hace crecer esta imagen virtual para que se salga de los soportes (las proyecta) acompañándola de sonidos, sino que la desprende de cualquier sistema de representación prefigurado, creando una experiencia real en la que “lo virtual” se excede y se transforma en dato sensible, en cuerpo y lugar, en momento. En efecto, en las imágenes u objetos movientes que Fernández elabora, la convergencia de luz y sonido se despliega como el crecimiento exponencial de algunos elementos fundamentales de la geometría, un crecimiento que absorbe la totalidad del espacio en el que se encuentra re-significando las relaciones existenciales y experienciales, haciéndolas imprevisibles, impensables e inestables, convirtiendo el “espacio” –el lugar– en una instancia imaginal, en la que la imagen se hace emplazamiento y la imaginación se convierte en realidad visible y sensible.

Lo virtual, entendido de un modo amplio, como la aparición o la presencia del reino del “como si…” (objetos que son algo determinado sin serlo física o materialmente) ha tenido siempre carta de identidad en el ámbito de las artes y la experiencia estética, y ha constituido una de sus regiones privilegiadas. En algún sentido, es justamente ese ámbito que se abre con el “como si…” lo que le otorga a las prácticas artísticas su capacidad para construir un “entre-todos”: un lugar de convocatoria y convergencia en el que distintos tipos de personas coinciden y se reconocen mutuamente. El “como si…”, lo virtual, se inscribe entonces como un lugar de comunión y conexión con el mundo a partir de elaboraciones imaginales y semánticas.

Un caso paradigmático de esta íntima conexión paradójica entre lo real y lo virtual lo encontramos en 2iPM009, en la que se realiza una experiencia perceptiva que desarma las convenciones fenomenológicas. Por ello, logra que un ejercicio formal se desarrolle quebrando su propia retícula y su esquematismo, y se aparezca como un constructo ideal maleable capaz de apuntar e insinuar las estructuras rizomáticas del mundo natural. Se presenta allí una dimensión inasible de la experiencia, gracias a la que lo virtual hecho realidad fenoménica trasciende tanto los límites del espacio como los de la representación, tanto los de la presencia como los de la percepción, para instaurar una “imagen” que es también materialidad y espacio. Lo mismo sucede en la instalación diseñada para el vestíbulo del Museo Amparo en la que la trama de líneas expande los esquemas estructurales arquitectónicos haciendo de las paredes un entramado que ocupa la totalidad del espacio, y determina con ello su recorrido.

SP


La obra de Magdalena Fernández está sustentada en un dualismo entre la naturaleza y sus modos sensibles y afectivos de percibir intuitivamente el conocimiento. Más que opuesto, este dualismo resulta útil para tratar una nueva composición caracterizada por las contradicciones entre lo virtual y lo real, como ya se puede apreciar en las piezas de arquitectura escultórica de Jesús Soto y Hélio Oiticica. La inestabilidad resuena como un elemento útil para la configuración artística al resistirse a la demarcación de los diferimientos temporales, como se evidencia en las brechas, los intervalos, los flujos y las intensidades que emanan del sustrato de las imágenes de Fernández. La configuración virtual de su obra puede percibirse a través de varios efectos superficiales que la artista domina mediante la reinvención del registro abstracto y formalista. En el trabajo de Fernández, lo virtual se atribuye a la síntesis de múltiples energías para sugerir orientaciones diversas y múltiples conforme emergen de la fuerza pura de la naturaleza. La dimensión virtual de sus obras ya sea vivencial, como en la instalación Homenaje a Jesús Soto (2019), o inmersiva, como en 1iHO008. Homenaje a Hélio Oiticica (2010), está mediada por una representación que se articula en una función reflexiva, la estructuración de fuerzas y la pureza del signo.

Esta dualidad también refleja una tensión entre la libertad artística y la necesidad natural, como lo hace notar el interés de la artista por una escala cromática que está casi completamente limitada al uso del blanco y el negro. Este estilo sugiere la síntesis de una práctica puesta en acción que se vale de puntos, líneas y espacios a través de un proceso consciente e intuitivo que está sujeto a variaciones interminables. La ventana virtual de las instalaciones, videoinstalaciones y pinturas móviles de Fernández enmarca un espacio de reminiscencias y ritmos, y amplía la comprensión tradicional de abstracción a través de una síntesis que imbrica lo virtual y lo real. Como sugirió Brian Massumi, en la obra de Magdalena Fernández lo virtual es un eco de la experimentación que alerta al espectador sobre la indeterminación de la naturaleza al tiempo que trata lo incierto del signo artístico. Entre lo virtual y lo real, sus obras exploran la revelación de un orden natural que está sujeto al devenir de la vida.

SB

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