3. Herencias culturales. Historia como cita y como inventario


Para Walter Benjamin la praxis (el pensamiento que hace, el hacer que es reflexión) es histórica y posee una dimensión política que le es ineludible porque es un ejercicio de emancipación que redime y completa aquello que ya ha sido, dando lugar a que se realicen sus potencias truncadas, a que aparezca aquello que pudo haber sido pero no fue. Por ello, la historia es transformación y cambio, es redención y liberación. Así, el “hacer” está siempre entramado (por afirmación o negación) a lo “ya sido”, a unos antecedentes, una tradición, una secuencia de hechos que le precedieron y con cada nuevo hecho se convoca una constelación de otros hechos con los que está emparentado.

Las obras de Magdalena Fernández son “históricas” en el sentido que hemos aludido, como un ejercicio visual y semántico, un hacer pensante, un “constelar” en el que lo “ya sido”, lo “ya elaborado”, aparece en un aspecto, un scorzo, un matiz nuevo, distinto, inaugural. El horizonte histórico con el que estas obras “constelan” está compuesto por obras pertenecientes a distintos movimientos de la tradición abstracta del arte moderno, especialmente del arte latinoamericano, como el arte cinético, el arte concreto o el espacialismo. En este sentido, la re-configuración que realiza esta artista con las “obras” a las que alude –a las que les hace un homenaje– se concreta a la manera de una actualización de alguna potencia inherente a ellas mismas. En efecto, las obras desde sus propias determinaciones estructurales se dinamizan, se convierten en flujos de transformaciones formales y visuales, y gracias a ello, quiebran sus límites trazando nuevos sistemas de relaciones tanto con la tradición abstracta misma como con sus contextos (originales y actuales).

En 1iHO008 Homenaje a Hélio Oiticica, el universo sugerido en los Metaesquemas de Oticica, esa potencia de movimiento, esa tensión que los define, se convierte en experiencia sensual, en vivencia. En efecto, los planos azules proyectados desarrollan una especie de danza formal, un contrapunto en el que planos flotantes y vacíos, o líneas y formas, se van produciendo unos a otros y en los que la imagen, al apropiarse de todo el espacio y cubrir el plano perceptivo, excede su condición de objeto para devenir en un lugar de experiencia donde el ritmo y el movimiento se presentan como un acontecimiento de inmersión. Igualmente, en 2valFo18 la abolición de lo ilusorio, el quiebre de lo bidimensional, así como la expansión del cuadro en el espacio –que persigue Fontana con sus perforaciones y tajos en los lienzos–, se transforman en los videos de Magdalena Fernández en el testimonio visual de una bidimensionalidad moviente a la que no sólo le es inherente un espacio sino que, además, se involucra con sus espacios –contextos– al darse como alegoría de la violencia que inunda algunas sociedades latinoamericanas.

SP


La práctica de Magdalena Fernández surge en el contexto de las artes contemporáneas venezolanas y latinoamericanas; abarca una genealogía de movimientos artísticos minimalistas, cinéticos y concretos, interpretados a través del legado de la pintura abstracta y el modernismo. Al mismo tiempo, su obra se fundamenta en otras disciplinas, como las prácticas espaciales, el diseño, las matemáticas y la física, las cuales ofrecen una base sociocientífica a su investigación artística. Las obras que se presentan en Ecos evidencian la influencia de la tradición formalista y evocan una gama de referencias estilísticas que claramente colocan la práctica de Magdalena Fernández en línea con el legado del estilo moderno en cuanto a la búsqueda de la pureza de la composición, geometría, ritmo y abstracción. Sin embargo, el guiño femenino de su enfoque está motivado por una ética y una poética de distancia que recupera el valor positivo de la naturaleza mediante el replanteamiento de la lógica de abstracción “en virtud de” ser fiel a la naturaleza. El uso de nuevos materiales, como instalaciones, obras de sitio específico, videoinstalaciones y animaciones digitales, resulta relevante para el repertorio de un nuevo código de interpretación que permite a la creadora explorar los aspectos inherentes, estructurales, dinámicos y virtuales de la experiencia artística.

Homenaje a Jesús Soto (2019) hace resonancia con la apertura de un espacio ético que actúa, en el ámbito de la representación y la significación, en respuesta a los contextos y al cruce del espectador por un campo de líneas verticales, horizontales y transversales. La propuesta de Soto de un “espacio penetrable” se traduce, en la obra de Fernández, en la configuración de una gruta escultórica abstracta y minimalista. Igualmente, el díptico 1pmSO11 (2011) – 1pmSO15 (2015) está marcado por un guiño femenino que, por un lado, se inclina hacia el ritmo y la sedimentación de la naturaleza, al tiempo que, por el otro lado, articula la imbricación entre la experiencia y lo sensible, para abordar una nueva geometría de lo virtual que incluye múltiples relaciones. Fernández entrelaza los planos estructurales y reticulares para recordarnos la función catalizadora del arte como una experiencia consciente y colectiva.

Sus instalaciones, videoinstalaciones y pinturas móviles establecen una conexión genealógica con el arte concreto mediante el replanteamiento de nociones como dynamis, naturaleza y movimiento. Esto permite a Fernández reconfigurar el lenguaje de la escultura a través de una arquitectura de lo virtual que consiste en imitar una estructura que está sujeta a repeticiones y recreaciones perpetuas. En particular, 1iHO008. Homenaje a Hélio Oiticica (2010) se vale del legado de los movimientos neoconcretos, pues estos desarrollan la noción de movimiento replanteando las superficies flotantes de la pintura abstracta a través de la intensidad de la naturaleza y el flujo de lo virtual. En la obra de Fernández, la noción de Oiticica de un “metaesquema” se convierte en el retorno a una visión del metaarte que valora la cualidad agentiva que las obras artísticas pueden tener cuando dan forma a una experiencia que no es puramente visual sino también cautivadora y envolvente.

La genealogía que apuntala la práctica de Magdalena Fernández se refiere a la influencia de la pintura abstracta en su repertorio de práctica radical. Particularmente, 2iPM009 (2009) es una reflexión sobre el ritmo de la composición, derivado del estudio de Peit Mondrian sobre la pureza de las líneas horizontales y verticales. Al reconfigurar la sonoridad y la geometría de la lluvia, Magdalena Fernández atribuye una función vitalista al ritmo de la composición abstracta, conforme emerge de la esencia misma de la naturaleza, creando un ambiente regenerador para que el espectador lo viva. Asimismo, el díptico 2pm006/4pm006 (2006) rinde homenaje al pintor ruso Kazimir Malévich al situar una imagen y un pensamiento dentro de los planos flotantes, inmersivos, de sus instalaciones. Al diluir la representación, el objeto y la profundidad de una imagen, las pinturas móviles de Magdalena Fernández proponen una nueva ramificación en el contexto del estilo moderno, planteándo una investigación sobre lo virtual y lo inmersivo como acercamientos radicales a la experiencia artística.

SB

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