10. Difracción como experiencia sensorial


Voces multiplicadas en ecos que son sus propios aspectos, estructuras fracturadas y recompuestas que dan lugar a movimientos y transformaciones, objetos-eventos que se constituyen en los plexos cambiantes de relaciones que establecen con sus entornos físicos y simbólicos, instalaciones que se hacen lugares y experiencias, diseños geométricos que se llenan de ondas y sinuosidades. Las obras de Magdalena Fernández son un acontecimiento en el que las fórmulas sensibles (los acordes normalizados de la sensibilidad) se trastocan gracias al uso de la luz, al modo en que la luz (reflejos, proyecciones, destellos, reverberaciones) se convierte en instrumento, en herramienta y utensilio dibujando un entorno o unas imágenes que revierten sus propias convenciones, cómo se hace artefacto –se objetiviza– modificando el espacio, o se instala como dispositivo al componer situaciones desde las que se establecen cambios importantes de sentido y orientación. La incidencia o ausencia de luz quebranta y transgrede la disposición ordinaria de los espacios, también el desarrollo previsible de la imagen.

Este uso de la luz es uno de los elementos fundamentales que le permite a Fernández construir una geometría sensible, una abstracción vitalista, que incorpora a las lógicas de la racionalidad el proceso, el mecanismo del “estar-siendo”, porque la luz y las manifestaciones que ella genera son justamente el modo de ser de lo existente, siempre a medio camino entre la plenitud y la pérdida. En efecto, la difracción –aquello que para la lógica abstracta convertía lo sensible en instancia equívoca–, en problema, se alza en estas obras como la potencia misma de lo sensible: su posibilidad de conectar memorias y sucesos, su posibilidad de convertir espacios e imágenes en presencias y lugares, su posibilidad de hacerse de lo imprevisible.

SP


El acercamiento difractivo de Magdalena Fernández trata la experiencia sonora sensible alejándose de la autorreferencialidad de la representación y configurando una imbricación de la experiencia con lo sensible. La difracción y la reverberación reflejan el interés de la artista por explorar los aspectos visuales y sonoros de una experiencia artística, a través de una sensibilidad que desafía el orden de la abstracción para valorar la intervención de la naturaleza que emerge en la superficie de sus instalaciones. La obra de Fernández deja de lado la lógica de la forma, la visión y el pensamiento especulativo y aprovecha la disolución de la forma y la imagen para valorar el poder de fuerzas elementales, elásticas y diseminadas que resuenan con el ritmo de la vida. Inserta entre la ausencia y la presencia, lo virtual y lo real, las interferencias y los motivos, la energía y el signo gráfico, la difracción forma parte de un modo afectivo de comprensión de la naturaleza que busca de su lógica pura y de su necesidad interna. Esto se puede apreciar en 2Ipm009, en la cual el cruce de líneas verticales y horizontales se difracta en una multiplicidad de signos que se disuelven y se reposicionan en la superficie de las obras de Fernández. Mediante la difracción, la artista permite que el juego de signos se configure a través del ritmo y la oportunidad de nuevas formaciones. La luz difractiva que muestra Magdalena Fernández reinterpreta la abstracción y la amplía hacia la síntesis de múltiples orientaciones, replicando un orden natural que emerge desde del substrato de la experiencia.

SB

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