9. Espacio como lugar para la experiencia y de la experiencia


Estos objetos-eventos se realizan en los límites, en los bordes, de los objetos (cosas, elementos o presencias) que las constituyen, poseen una condición relacional ineludible y tienen la particularidad de hacerse “espaciadamente”, es decir, de proceder apropiándose de un espacio hasta constituirlo como un “lugar”, como un sitio o una situación. La condición relacional es la sustitución de una estructura (de una composición delimitada y cerrada) por un proceso: sea por conjunto de tensiones formales, significantes o discursivas, o por un conjunto de fuerzas que consolidan sus “proposiciones” y “sentido” en el encuentro de algún otro discurso (la historia del arte, por ejemplo). Al ser procesos, conjuntos de tensiones, están siempre entregadas al concurso de una gran cantidad de elementos exteriores a la obra, gracias a los que los elementos que la componen se diversifican, se despliegan en pluralidades de sentidos. Esta condición relacional la llamamos “espacialización” porque, al igual que en la experiencia del espacio, acontece como un sistema relacional que procede por cercanías e inclusiones, por contigüidades teóricas o materiales, y en el que aún las cosas contradictorias encuentran modos de confluencia e integración. En este sentido, estos objetos-eventos son, propiamente, estructuras potenciales, hechas de tendencias y tensiones, que se realizan como una “situación” particular e irreductible de significación. Esta capacidad de hacer-se sitio y situación convierte a las obras de Magdalena Fernández en una suerte de entidades cuyo dinamismo puede ser comprendido como un impulso de des-alejamiento (recordando a Heidegger), es decir, cada elemento que las componen opera como una instancia que se des-aleja tanto de las demás como de su entorno o contexto; cada elemento opera como una seña, una dirección, una potencia y una capacidad de recuperación, de apropiación de algo exterior a sí mismo.

Se presentan, entonces, como un “lugar” perteneciente al mundo, al contexto físico y cultural en que se expone, a la historia en la que se encuentra, a las condiciones sociales y políticas en las que sucede. Magdalena Fernández ejercita una construcción de lugares en los que convoca “lo común”: un ámbito de apertura imaginal en el cual cualquier sujeto –cualquier persona– puede sentirse incluido, participando de él y haciéndolo suyo. Crea situaciones, acontecimientos o artificios estéticos que reclaman tanto la participación de la mirada como la del cuerpo, una experiencia a la vez sensible y reflexiva, en virtud de que es el cuerpo en su totalidad –nuestro cuerpo vivido y viviente– el que recupera todas las ambigüedades y discontinuidades de la existencia, es el cuerpo el que se pone en movimiento y atiende.

SP


El escenario casi teatral de las obras de sitio específico, instalaciones y videoinstalaciones de Magdalena Fernández resulta relevante para un nuevo modo de configurar la experiencia mediante la apertura de un espacio ético que se caracteriza por sus cualidades concretas, estructurales y relacionales en respuesta a contextos específicos. En el caso de Fernández, el dominio del espacio se vuelve un gesto en el que el vocabulario de la composición abstracta se piensa en relación con la textura de los contextos sociales. Lo anterior resulta evidente en la serie Pinturas móviles corporales, la cual incluye el tríptico compuesto por 1pmc019, 2pmc019, y 3pmc019 (2019), en el que Fernández propone una manera de enmarcar la experiencia a través de un ritual que busca un espacio de purificación, redescubriendo la energía del espacio y, al mismo tiempo, estableciendo un sentido de comunidad. Los marcos cuadrados de sus videos documentan un acontecimiento ritual que ocurre en forma de tres círculos estratificados formados por una cadena de relaciones humanas que realizan y celebran una nueva experiencia de espacio. El marco y el círculo se convierten en figuras que circunscriben una ceremonia realizada por una comunidad en el proceso de acercamiento al espacio para recibir pan, agua y velas, mientras involuntariamente trazan un movimiento heterogéneo dentro de un lugar circular estratificado. Al replantear estas figuras geométricas en relación con el contexto social, los videos de Fernández crean una ética del espacio que se suscita por el gesto y la dinámica de los contextos sociales.

Del mismo modo, en las obras de sitio específico en el Museo Amparo, Fernández puso de relieve la modularidad, los ritmos y la conectividad que puede sugerir un espacio. Éste es el vacío que la artista intenta reconfigurar a través de una indagación de la esencia misma del espacio con fin de volverse un receptáculo, y establecer una continuidad entre los rasgos interiores y exteriores de la arquitectura, el espacio y los alrededores del museo. Más que colocar una forma, Fernández permite que el espacio existente sea repensado como una tecnología, o una estructura que sigue una composición rítmica a través de la repetición de esquemas modulares y de la conectividad de puntos, líneas y amplitudes espaciales. El quiasmo entre lo virtual y lo real vuelve a presentarse en su investigación espacial, de manera que alude a los aspectos positivos de habitar o la función positiva de “estar en el espacio”, para destacar una ética de pertenencia y coexistencia. La instalación reticular en el vestíbulo exige al espectador atravesar la obra de Fernández e interactuar con ella, de esta manera propone un modo de apropiación del acontecimiento que es, al mismo tiempo, abstracto y vivencial. Infiltrando el espacio, entre vacíos y figuras, la instalación reticular se vuelve el receptáculo de una experiencia que propone un nuevo orden abstracto, relacional y geométrico para que el espectador lo transite. Para Magdalena Fernández, en línea con el legado del arte concreto, el espacio se vuelve una práctica creadora, una suerte de experiencia reflectiva y un modo de pensar que, se podría decir, desemboca en la instalación en el Museo Amparo, donde la artista coloca una obra que refleja las altitudes del cielo mediante una composición geométrica rítmica que reconecta a los seres humanos con el medio ambiente que los rodea.

SB

< >
regresar