12. El formalismo. La historia y su ubicuidad en el arte contemporáneo


Las obras de Magdalena Fernández se planean y desarrollan dentro del marco, del continente, de la tradición moderna, específicamente del formalismo. Sin embargo, esta tradición plástica se ve abiertamente modificada en sus obras, ya que el “evento” que se produce en sus obras se realiza más allá de lo visible, en la intersección de las fórmulas expresivas racionales y abstractas con elementos sensuales y culturales. Este es un formalismo actualizado, penetrado de los condicionamientos de lo contemporáneo; un formalismo que se realiza en la inflexión (en los torcimientos) de sus propias determinaciones y que, por ello mismo, se abre y se entrama con los contextos con los que se vincula, por ejemplo, con la historia de la pintura, con la idea de representación y sus problemáticas, con la inquietud que las apariciones visuales producen en la mirada y el cuerpo. Son obras que escapan a su propia figuración y a sus determinaciones, que se convierten en lugares de pro-ducción, que actúan urgiendo, reclamando, exhortando el quiebre de todo lo anticipado o lo anticipable.

Fernández, consciente de las aperturas con las que el territorio y las formas de vida latinoamericanas han puesto en cuestión esa dinámica visual cerrada –contemplativa y silenciosa– de la pura abstracción, se inscribe en este lugar crítico con un gesto personal absoluto, gracias al que no sólo mitiga sensual y texturalmente el rigor y la rectitud matemática, sino que hace estallar la tradicional dualidad estética entre lo visual y lo táctil incorporando el sonido, la audición, la voz. En virtud de ello, el formalismo en sus obras encuentra nuevos horizontes en dos sentidos, por una parte, como una vitalización de las formas, los elementos y sus síntesis estructurales, en la que éstas se transforman, devienen, crecen y mueren; por la otra, convirtiendo las imágenes en “cosas” concretas, en materialidades. En ambos casos al formalismo se le otorga un nuevo espacio y modo de existencia.

En efecto, la tradición formal y abstracta de las artes plásticas abandona su pureza y se convierte en una suerte de “entidad medial”, un “entre” que es, a la vez, una apertura y una traslación, una mudanza y una inauguración, una migración y un inicio, en la que la rigidez y rigurosidad de las formas desatienden su espacio natural –su signo propio, su forma literal– y se instalan –o irrumpen– como un ámbito o una expresión a la que se ha acoplado, articulado, enlazado y aproximado aquello que le es exterior: extranjero, extraño y diverso. Las entidades mediales son complejas, en ellas se concretan tantas potencias heterogéneas que pueden llegar a ser o hacer-se extrañas a lo que eran originariamente (pueden ser, paradójicamente, exteriores a sí). En efecto, en el ámbito de las entidades mediales el fundamento es la potencialidad, y la imagen, la obra, es un evento, no una cosa; es el estado en el que las cosas son pura suspensión, el momento en que cada forma puede experimentarse a sí misma, un estado de “emancipación” en el sentido propio de la palabra. La entidad medial, el “entre” , no está fundada en semejanza concreta, sino en contigüidades potenciales gracias a las cuales algún fenómeno, idea u obra, se abre a lo que no es, sale de sí, se expande y modifica. Justamente porque se da una apertura y un traslado, una migración, ese objeto que surge como un “entre” es el producto –y produce– de una transformación semántica en función de la cual su legibilidad y comprensión tiene que ver con la posibilidad de ir más allá del puro aspecto visible, de su presencia.

SP


La práctica de Magdalena Fernández coincide con la tradición formalista en cuanto a los principios de composición formal y estilo. Estas categorías estéticas adquieren un nuevo significado y valor estético mediante la sustitución de la noción de forma pura a través de un estudio sobre los modos de configurar una experiencia mediante nuevos materiales y tecnologías digitales. Reconociendo la imposibilidad del arte para asignar un modelo de representación abstracto o racional puro, Magdalena Fernández parte de la tradición formalista para abordar un método de investigación que se basa en la fuerza de la naturaleza y que va de la mano con la posibilidad de especulación, impredecibilidad y repetición que emerge en la superficie de su obra. Más allá de la presencia y los fenómenos, la práctica de Fernández convierte la representación en un movimiento de interioridad y de modos afectivos de entendimiento. Los aspectos visuales de su experiencia artística derivan de un gesto y, sobre todo, de una acción que busca responder al espectador y a los contextos de formación, como se puede ver en las series de videos 1vaLF018 Baja3vaLF018, 2vaLF018.mp4 y 5vaAB018.mp4.

La obra de Fernández trata el tema estético y ético de la naturaleza y se lleva a cabo echando mano de una política del movimiento. La unidad de pensamiento que subyace a la experiencia de las instalaciones de la artista parece encontrar una analogía en la física, en la función de la onda que se discute en la ecuación de Schrödinger (1925), la cual describe los aspectos positivos y negativos de los electrones y las ondas de materia interactuando como resultado de la ubicación y el tiempo. Con base en esta analogía, el legado del formalismo en su trabajo se extiende hacia los aspectos agenciales, vibrantes y sonoros para atribuir una nueva connotación semántica a los principios de síntesis, geometría y signos. Magdalena Fernández replantea la sintaxis y el estilo del formalismo mediante la configuración de una imbricación entre seres humanos y naturaleza en una situación de virtualidad e inmersión.

SB

<
regresar