Los "Grises" de Magdalena Fernández y la búsqueda de un lugar en el mundo

Cuenta Magdalena Fernández que fue en su viaje a Italia donde conoció a su maestro, A.G. Fronzoni, un diseñador dedicado al minimalismo, cuando decidió darle un giro a su vida. Junto a él dio sus primeros pasos hacia al arte, y sin olvidar su formación de diseñadora gráfica, comprendió que las mínimas formas podían generar una experiencia.

Una anécdota que no señala una vocación tardía, sino más bien un encuentro con el arte desde una disciplina distinta. Desde el diseño –en el estudio juicioso de las formas más simples como la línea, el punto y el plano– se desató en ella un deseo de exploración del espacio y también del modo cómo nos relacionamos con este. Una curiosidad que a su regreso a Venezuela, a principios de los años noventa, detonó sus primeras instalaciones, obras que todavía hoy tienen un eco.

Desde sus inicios era imposible no ver cómo la presencia y la enseñanzas de Fronzoni se juntaban con la memoria viva de un legado o una tradición moderna latinoamericana. Las voces de Gego y de Soto, tan presentes en su país, y más tarde las de maestros como Torres García, Lygia Clark y Oiticica entraron en diálogo en cada uno de sus proyectos. Era claro cómo las Reticulareas, estas redes de alambres hechas por Gego, o quizá también los Parangoles de Oiticica, le permitieron pensar en la importancia de la participación del otro en la obra. La fascinación que los espectadores sentían cada vez que entraban a jugar con dichas estructuras, generó en ella preguntas sobre cómo podían llegar a modificar los mismos espacios. Fue así como empezó a armar redes con hilos y pelotas de acero que cuelgan o descansan sobre el piso. Instalaciones que además de hacer visible el vacío propio de un lugar, tal y como sucedía con las grandes obras de sus predecesores, son puestas en escena para que cualquiera pueda tocar y mover. Un gesto tan simple y eficaz que permite que sea el otro quien complete la obra.

Esta aparente formalidad que dio inicio a todo su trabajo, se desplazó en los últimos años hacia otro tipo de cuestionamientos. En últimas, la pregunta de fondo hablaba de nuestro lugar en el mundo. Sin dejar atrás la labor de abstracción, empezó a trabajar con otro tipo de técnicas y de elementos. Las videoinstalaciones de los últimos años responden a todo ello. Aquí, a pesar de la tecnología usada, lo que predominan son los sonidos naturales. Los cantos de los pájaros, las ondas de agua y los reflejos que ésta produce son ahora las líneas y los puntos sobre el plano con los que antes trabajaba. Es un nuevo tipo de paisaje, pero también es un forma distinta de abstracción.

"Grises", exposición que está ahora en la galería NC- Arte de Bogotá, es un recorrido por la trayectoria de esta artista. Por un lado, está la gran puesta en escena, realizada doce años atrás en Italia y que no había sido presentada en América Latina, y donde se despliega todo su interés y su trabajo en torno al espacio; y por otro, ese grupo de obras de pequeño formato donde se alcanza a vislumbrar el regreso a lo orgánico y un nuevo interés por lo precario.

Las notas al margen de Magdalena Fernández
Magdalena Fernández fue reconocida desde el principio de su carrera como una de la artistas con más proyección a nivel latinoamericano. Su trayectoria lo confirma. Hace parte de una generación que aún comenta un legado, pero además, en una actitud totalmente contemporánea, lo acoge y lo reformula. Los estudios sobre la abstracción de la Escuela del Sur, los retos del neoconcretismo brasilero, la experimentación con el movimiento, el color, lo orgánico, se convierten no solo en comentarios sino en las notas al margen o los pies de página de sus obra.

Un diálogo que está presente en sus esculturas, en las instalaciones en sitios específicos y los intaglios de la última época, y que crece con la inserción de otras técnicas y otro tipo de cuestionamientos. Tan solo en esa columna quebrada, pensada específicamente para este espacio y espejo de la que sostiene una de las estructuras de la galería, resulta la pieza perfecta para visualizar el modo cómo está abordando esa ambigüedad. Es allí, en esa línea sutil donde constantemente se pone en cuestión la rigidez y la perfección de la figura geométrica, donde se encuentra la base y la solidez del proyecto moderno.

Hoy todavía resuenan en ella las palabras que Gego escribió en algún momento en su diario: "Cómo puede saberse quién soy si no tengo la valentía de echar una mirada a lo que fui. Lo pasado siempre explica hasta cierto punto lo presente y ambos conforman una reflexión invisible"; y sin embargo, este diálogo que entabla con la tradición hace que se desface en otros sentidos. Ya lo mencionamos unas líneas atrás, es ahora cuando hay que ponerle más atención. Quizá esta poética del espacio empieza a fragmentarse.


Ximena Gama Chirolla
Revista "Diners"
Bogotá, 2012
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