La obra de Magdalena Fernández abre caminos dentro del proceso de comprensión del legado de la abstracción geométrica, en correspondencia con estructuras más orgánicas de la naturaleza y el paisaje.  Se trata de una manera de asimilar el legado moderno, tanto en sus aspectos racionales-formales, como en sus representaciones  más poéticas y orgánicas.  Específicamente en la cultura visual venezolana, la tradición del abstraccionismo geométrico es una de las referencias de mayor peso, valores y aportes a través de grandes nombres como Jesús Soto, Alejandro Otero o Gego.

Magdalena retoma esos aportes y reconstruye espacialmente un nuevo modelo de superficie con una importante carga de sentidos procedentes del mundo natural, rompiendo así el rigor de una geometría que parece desaparecer, suspenderse y moverse libremente en el espacio. En el marco del desarrollo general de su trabajo, el agua representa un elemento clave para la presencia del movimiento, para construir una suerte de poética del agua.  Se basa en el agua, en el reflejo de la luz sobre su superficie, en sus transparencias, en el movimiento de la luz, en los reflejos que se quiebran.  Se trata de crear, sobre todo, una atmósfera que tradujera en lenguaje geométrico el sentir agua.

El resultado es una especie de dibujo en movimiento creado a través de la luz, el color y la imagen dentro de recintos oscuros.

La serie Superficies combina la estructura lineal con ritmos y sonidos animales, que descomponen la rigidez formal, lo cual permite ingresar el humor y la expresión dentro de la obra. Si hablamos de construir mundos, tendremos que comenzar por construir nuevos patrones de acercamiento a las estructuras de la naturaleza. 1pm006 'Ara ararauna' recoge no sólo la tradición de la abstracción sistematizada en el neo-plasticismo de Mondrian, sino también (aunque colateralmente), la representación de la montaña de El Ávila, principal ícono caraqueño de reconocimiento en el paisaje.  En la pintura, el movimiento de la Escuela de Caracas hizo suya esta temática, siendo Manuel cabré y pedro Ángel González los artistas de mayor reconocimiento.  Magdalena readjudica una nueva significación en el campo de lo que sería pintar ahora el paisaje caraqueño.  Estamos, es cierto, ante otros medios pictóricos, pero esencialmente son las mismas bases de construcción que las que utiliza la pintura: luz, color, composición, movimiento, expresión.  La superficie parte de la obra de Mondrian, replanteando la estructura cromática con colores que aluden al verde y al azul de una de las aves más emblemáticas en el Valle de Caracas: la Guacamaya o Ara ararauna.  Es un paisaje luminoso en el cual el graznido de las aves hace vibrar la imagen introduciendo nuevos ritmos y transformaciones en el cuadro. La artista construye un modelo discursivo que, desde la abstracción, nos integra a un vínculo diferente, más íntimo y poético, con la naturaleza. La geometría se naturaliza en el paisaje local, creando un espacio original para nuestro reconocimiento e identidad con el entorno.

María Luz Cárdenas
Mundos en Proceso
Pabellón de Venezuela
53 Bienal Internacional de Arte de Venecia, texto impreso Bienal de Venecia
2009

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